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odo comenzó con aquel extraño joven. Se llamaba Kohario. No sé por qué sabía su nombre pero de algún modo podía recordarlo, al igual que podía recordaba que no tenía nada: no tenía casa o trabajo, no tenía estudios ni dinero; no tenía familia ni amigos, ni tenía… ¡Ni tenía rostro! Palidecí al mirarlo a la cara y ver solo dos ojos. Una mirada indescriptible e inquietante. No tenía orejas, ni labios, ni boca, ni nariz ni cejas... ¡Nada, solo ojos! Retrocedí aterrorizado por lo que estaba viendo. Tenía pánico, si, pero había un aura de confianza en él que me impidió salir corriendo y dejar de retroceder.
Su melena dorada y su kimono negro eran zarandeados por la brisa de la mañana que refrescaba aquella pradera en la que nos encontrábamos. Él me miraba, y yo a él. Entre ambos un silencio tan solo quebrado por el viento en los árboles cercanos y el piar de algún jilguero que en estos habría anidado. Cada uno parecía esperar a que el otro hablase primero, como un juego de ajedrez.
De repente le oí… ¡Juro por mi vida que le oí! Le escuche...dentro de mí, diciendo “Comprende a qué le tienes miedo y serás invulnerable”. Yo estaba totalmente hipnotizado por aquella frase y pensando al mismo tiempo de donde habría salido aquella voz tan profunda, tan penetrante, tan poderosa. Él no tenía boca, no podía ser él. Tenía que ser imposible. Entonces se acerco lentamente. Inconscientemente levante la mano y me dio una piedra. “se fuerte” me dijo, y se desvaneció en el aire.
Mire la piedra. Ponía fuerza varias veces pero no me di cuenta hasta pasados algunos segundos de que la palabra fuerza estaba escrita en todos los idiomas... ¡Y yo era capaz de leerla en cada uno de ellos! La imagen del prado se despareció poco a poco entre la oscuridad.
Desperté en mi cama. Eran las dos de la mañana. Hacía tres horas que me había acostado. Estaba confuso ¿Todo había sido un sueño? No sabía que pensar. Había sido tan real y a la vez tan subrealista. Entonces note algo raro. Algo pesaba en mi mano. Lo mire. ¡No podía ser!!Tenía aquella piedra de mi sueño en la mano. Tardé varias horas en volverme a dormir, meditando por lo sucedido. A la mañana siguiente me levante para ir a clase como todas las mañanas. Me metí en el baño a lavarme los dietes y encontré inesperadamente la respuesta. Esa mirada había aparecido otra vez. Estaba ahí, observandome, pero era imposible… no podía ser cierto…aquella mirada...Se reflejaba en el espejo…aquella mirada… ¡mi mirada!....aquel... ¿Era yo?
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